miércoles, 18 de junio de 2008

Los estudios feministas en la construcción del conocimiento

Doctora Gloria Careaga Pérez
Facultad de Psicología
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

A pesar de que desde 1980 los países integrantes de la UNESCO recomendaron la creación de espacios académicos para conocer la problemática que enfrentaban las mujeres de América Latina y el Caribe y que desde 1994 se reconoció a la inequidad de género como una dimensión importante para la evaluación del desarrollo, las instituciones de educación superior y los centros de investigación, no han incorporado la perspectiva feminista como un elemento central para el análisis de la realidad que hoy enfrentamos.

Desde los años 80, pero masivamente en los años 90, innumerables mujeres han realizado continuos esfuerzos académicos para introducir en las funciones universitarias la crítica sobre la condición de las mujeres en la sociedad y, en especial, para señalar el lugar subordinado que esta temática ha tenido en los procesos de construcción del conocimiento (Careaga, 2002).

A pesar de los múltiples esfuerzos y de una presencia consistente en la mayoría de las universidades de la región, el impacto general que se busca tener en las universidades, aun es limitado. Es decir, si bien ha habido avances importantes en el fortalecimiento de los núcleos de investigación, en la promoción de la perspectiva (Careaga, 2001) y en la promoción de maestrías; el proyecto de transversalita para introducir la perspectiva en todas las carreras y disciplinas y tener así visible la condición de género en el análisis del conocimiento, así como la revisión de la estructura organizativa, se van dando pasos, pero en algunos casos son aún tareas pendientes.

EL GÉNERO. Una definición.
Una de las propuestas académicas más importantes del feminismo: el concepto de género y la nueva perspectiva que de allí se deriva, la perspectiva de género, ha evolucionado junto con otras perspectiva críticas, las bases teóricas de las ciencias sociales, las humanidades e incluso, tal vez más recientemente, las ciencias naturales.

La naturaleza del concepto y su perspectiva han convocado cada vez a más mujeres primero y a algunos hombres más tarde; a grupos liberales al inicio y ahora hasta los conservadores. Así, el planteamiento feminista de la necesidad de cambiar, en mujeres y en hombres, el sentido desvalorizado que tiene ser mujer, ha atraído e incluso significado una necesidad a un sector más amplio de la población.

Los sistemas de género son el conjunto de prácticas, representaciones colectivas, símbolos, valores y normas, conceptos de lo que un determinado grupo cultural desarrolla de lo femenino y lo masculino. Cada sociedad elabora sus sistemas de género a partir de al diferencia sexual entre hombres y mujeres; es decir, los seres humanos adjudican características intelectuales, morales y psicológicas diferenciadas según el sexo al que una persona pertenece y que son interpretadas como “naturales”, cuando en realidad son construidas socialmente.

En tanto construcciones sociales, los sistemas de género están sometidos a variaciones en el espacio y en el tiempo, constituyéndose como sistemas de jerarquías sociales que se articulan con otros sistemas de estratificación social, cultural y generacional. Incorporar la perspectiva de género en el desarrollo del conocimiento entonces, es tomar en cuenta estas articulaciones, hacer posible un conocimiento global de los complejos procesos que crean y reproducen las desigualdades sociales a partir de la diferencia sexual, como una dimensión social relevante.

El paradigma central está basado en un cambio en el objeto de estudio, de lo masculino a lo femenino – masculino, lo que implica una mirada más holística que cuestiona las construcciones teóricas y los diseños de investigación previos.

Esto no significa solamente la inclusión d las mujeres, sino la inserción de la experiencia de las mujeres en la estructura de la disciplina, cuestionando así la estructura misma. (Arango Echeverri, 1993). No se trata, como dice Subirats, de que las mujeres hagan lo mismo que los hombres, sino de que la universidad tenga en cuenta la existencia de dos géneros, los integre en una sola cultura, los valore por igual y los transmitía a toda la población escolar independientemente de su sexo.

Aunque esto exija, en determinados casos, tratar de modo distinto a los distintos. Pero así como no se trata de agregar la participación de las mujeres en los procesos históricos y sociales, tampoco es suficiente incluir a los hombres, ni el aspecto relacional de la categoría de género, es el único. El género como categoría de análisis debe dar razón de cómo se articulan las distintas relaciones de poder. (Mannarelli, María Emma 1993). Es la ganancia para ponderar la construcción de una sociedad donde mujeres y hombres elaboran sus vidas y con ello a la sociedad, desde una perspectiva amplia de reconocimiento, de respeto e incluso de transformación de la concepción de la diferencia sexual.

El intercambio humano a través del trabajo colectivo, interdisciplinario, interinstitucional e internacional, es parte del pasado, presente y futuro en los principios de la formulación de las propuestas para una universidad, una educación y una sociedad diferente. Con ello en mente y como principio, esta concepción del trabajo ha ido lentamente resistiendo y fracturando el aislamiento, el individualismo académico y la parcialidad disciplinaria.

Se ha retomado, junto con otras perspectivas críticas, la perspectiva feminista; no sólo como unos cristales nuevos para ver la realidad, sino como un análisis crítico a partir del cual poder construir una forma diferente de vivir y pensar el mundo. Propone también, desde otra mirada, nuevas formas de sentirnos, pensarnos y vivirnos, como mujeres y como hombres.

CONTRIBUCIÓN
La importancia de la incorporación de la perspectiva feminista en la educación superior se centra en dos dimensiones: en relación a la producción de conocimiento y en las formas de aprehensión de la realidad. Entre los aportes de los estudios feministas destaca el enfatizar en lo relacional, que involucra tanto a los hombres como a las mujeres, desde los distintos lugares desde donde los sujetos construyen sus identidades, con el entrecruzamiento de los sistemas de clase, generación, sexualidad, etnia y raza, entre otros.

Implica la ruptura de la rigidez disciplina, es decir, nos plantea la multidisciplina y nos acerca a la multiculturalidad. Así los estudios feministas cuestionan también el lugar que ocupan y que deben ocupar los distintos saberes, los otros modos de conocer, más allá de la ciencia legitimada. Exige el reconocimiento de la diversidad y la pluralidad frente a la concepción de ciencia y de conocimiento hegemónica que mantiene una impronta masculina y occidental.

Los estudios feministas han hecho una contribución sui generis al desarrollo de nuevos horizontes epistemológicos (Bonan, Claudia y Guzmán, Virginia) impulsando el conocimiento renovado de los fenómenos sociales y humanos en su complejidad, y en particular hoy, al debate de la modernidad y al análisis de las transformaciones de la modernidad contemporánea.

Es decir, los estudios feministas han generado nuevas preguntas al subvertir ciertos supuestos de los paradigmas del conocimiento que aparecen definidos como naturales y su aporte mayor es tanto el rechazo al supuesto que confunde lo humano con lo masculino, como la incorporación de dos valores alternativos: la diversidad y la diferencia, los cuales por ser más convincentes que el universal, se han transformado en los criterios indispensables para la elaboración de nuevos discursos, interpretaciones y en requisitos para realizar investigación (Tarrés, María Luisa 1999).

En los años en que los grandes paradigmas teóricos y metodológicos que sustentaban a las ciencias sociales entran en crisis las teorías feministas han venido a abrir nuevas y renovadoras perspectivas de análisis contribuyendo de este modo al avance real del conocimiento sobre los procesos sociales y sus dimensiones de género, así como sobre las desigualdades y las relaciones de poder. Cuestionar el conocimiento e identificar nuevas vertientes para comprender mejor a la sociedad y a las personas se constituye en el reto permanente.

RETOS Y CONCLUSIONES
Los nuevos paradigmas que el feminismo ofrece adolecen aún del estigma hacia el feminismo, por lo que no logran convencer a los equipos de investigación establecidos. Uno de los retos que la perspectiva enfrenta es impulsar discusiones amplias que confronten las distintas perspectivas.

Las teorías de género constituyen un elemento importante para develar las dimensiones de poder instaladas en los cotidianos de la actividad universitarias al interpretar las maneras de concebir, producir, valorar y diseminar los saberes; así como para revisar la ubicación diferenciada en las diferentes disciplinas y áreas del conocimiento, la cultura y las estructuras universitarias, procesos fundamentales para el avance y la democratización del conocimiento. (Rebolledo, Loreto 2001).

En este sentido la utilidad de la categoría de género es amplia, implica no solamente el modo como la simbolización cultural de la diferencia sexual afecta las relaciones entre hombres y mujeres, sino también como estructura la política, la economía, el sistema jurídico legal, las instituciones del Estado, la vida privada, la intimidad, las ideologías, las ciencias y otros sistemas de conocimiento.

Desde el punto de vista de la transformación social y del orden de género, es importante el análisis de subjetividades colectivas emancipadoras que se generan dentro y fuera de los espacios nacionales y que se caracterizan por la identificación con nuevos valores democráticos (Bonan, Claudia y Guzmán, Virginia) como la valorización de las diferencias culturales y de la pluralidad de estilos de vida, así como el respeto a la autonomía de las personas, la garantía del ejercicio de los derechos y la afirmación del principio de no discriminación.

La educación superior es la inversión más cara que hace que un país en el capital humano de su población (Anderson, Jeanine 2005). La decisión de invertir tiene claras justificaciones frente a los inimaginables destinos para los escasos recursos que los gobiernos hoy manejan. Es indudable que el fomento de la educación superior pretende lograr fines sociales que van mucho más allá de la formación individual. Los aportes de los estudios feministas para las universidades constituyen así, un conjunto de alternativas par el análisis y la construcción del conocimiento, pero también para una nueva forma de mirar el mundo.

El quehacer universitario va más allá del plan de estudios, implica un proceso mediano por una serie de actividades y experiencias para cumplir un determinado papel dentro del sistema social, por lo que la Universidad en su estructura, sus prácticas y sus dinámicas habría de promover una toma de conciencia y la transformación simbólica. Es decir, una modificación de las interpretaciones del mundo, de los modos de mirar hacia sí y a la realidad.

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