viernes, 27 de noviembre de 2009

La violencia económica hacia las mujeres es una realidad

Ésta fotografía de Germán Hernández y José Cabezas forma parte de la Investigación "La violencia económica hacia las mujeres en El Salvador": aproximaciones a un problema invisibilizado, realizada por dos Cooperantes de Progressio: Gloria María Araque y Adriana Ospina Vélez.

Texto.
Roselia Núñez

Si bien existen diferentes for­mas de agresión contra las mujeres como física, psicoló­gica, emocional y sexual, existe un tipo de violencia que no se nombra, como es la violencia económica.
La violencia económica es defini­da como “todo acto de fuerza o de poder ejercido contra las mujeres y que vulnera sus derechos económi­cos”, eje central de la investigación “Politizando la pobreza”, realizado en el Instituto de Investigación, Ca­pacitación y Desarrollo de la mujer (IMU).
¿Y por qué es importante hablar de violencia económica?. Porque ésta va limitando a las mujeres en el ejercicio de su ciudadanía y sus dere­chos, ya que muchas mujeres dejan de asistir a la escuela o de buscar trabajo porque no hay quien cuide a las personas enfermas, a las niñas y niños. Al final esas mujeres van sintiéndose frustradas porque no tuvieron las oportunidades que si tuvieron otras personas.
La investigación publicada en sep­tiembre de 2007 tiene como objeti­vo, reconocer y nombrar la violen­cia económica, así como evidenciar éste problema y aportar argumen­tos para posicionar éste tema en la agenda pública del país.
Con ésta apuesta al escenario na­cional, lo que el personal del IMU busca en términos generales es el reconocimiento de otro concepto de riqueza y trabajo, encaminado a la construcción de una nueva eco­nomía.
Una Economía Solidaria del Cui­dado que consiste en construir aspectos de confianza, solidari­dad y lazos sociales, sumado a otras relaciones entre hombres y mujeres más equitativas, que implique den­tro de la familia, la negociación de tareas entre hijos e hijas, madres, padres, esposas y esposos y socie­dad en general.
Algo a tomar en cuenta es que si se quiere lograr una verdadera trans­formación a nivel social, es impor­tante incluir a hombres y mujeres, ya que “las realidades se cambian a partir de transformaciones en las subjetividades y la forma en cómo se construye a niñas y niños y la forma en cómo cada una de noso­tras y nosotros nos construimos so­cialmente”.

Hacia la construcción de una Economía Solidaria del Cuidado
Regionalmente y sobre el tema “Economía Solidaria del Cuida­do”, trabajan algunos organismos de mujeres y redes de economía social. En El Salvador el impulsor del tema es el Instituto de la Mujer (IMU), con el apoyo de la ONG Progressio, con el objetivo de construir una economía más equitativa y justa para toda la población.
Partiendo de un análisis feminista, lo que prevalece ahora en la economía dominante es un sistema capitalista, donde la acumulación del capital es el valor máximo de cómo se organiza lo social y lo económico, explica la canadiense Alison Teresa Burns, especialista en género y economía, quien concedió una entrevista a esta revista el año pasado.
Para el movimiento de mujeres, la economía patriarcal capitalista neoliberal es violenta, ya que convierte el cuerpo y la sexualidad de las mujeres en medios de producción que tienen que ser dominados y controlados (maternidad obligatoria, trabajo reproductivo impuesto en el hogar, tráfico sexual de mujeres y niñas, etc.).
Es violenta también, porque produce desigualdad y exclusión a través del empobrecimiento de unos y el enriquecimiento de otros, impone una lógica de acumulación de capital por encima de la reproducción social (la vida misma), acabando con la vida ecológica y humana, negando y violentando los derechos económicos, sociales, culturales, políticos, ambientales y el derecho más básico a una vida digna, considera Alison.
A partir de esta situación es que surge la necesidad por parte del movimiento de mujeres a nivel latinoamericano, de promover y construir una alternativa a la economía neoliberal, que sea “más solidaria, equitativa y justa, tomando en cuenta los cuidados de las personas y de la tierra”.

¿Por qué hablar de una Economía Solidaria del Cuidado?
Cuando las feministas hablan de Economía Solidaria del Cuidado, se refieren a una economía solidaria de la reproducción ampliada de la vida y es que en la actualidad, solo tiene valor mercantil lo productivo, invisibilizando y devaluando lo reproductivo, es decir la vida y los cuidados que las mujeres otorgan en los hogares.
En el informe del Programa de las Naciones Unidas (PNUD), sobre Desarrollo Humano en El Salvador 2007-2008, se visibiliza el trabajo de la reproducción social. La reproducción social entre otras cosas, incluye cómo la comida y la vivienda se hacen disponibles para el consumo inmediato; cómo se realiza el cuidado y la socialización de la niñez; cómo se organiza la provisión de los cuidados para la vejez y la enfermedad; cómo se organizan las relaciones humanas entorno al medio ambiente y cómo se organiza socialmente la sexualidad.
Sin embargo y según el informe del PNUD, mientras las mujeres siguen siendo las principales responsables de lo reproductivo, el mercado laboral continúa relegándolas a ocupaciones consideradas “femeninas”, con menor remuneración o realizadas bajo la condición de trabajadora familiar no remunerada y es que históricamente, el trabajo reproductivo ha sido visto como un “bien gratuito” y “natural”.
En el mismo se lee, que la economía del cuidado se refiere a espacios de bienes, servicios, actividades, relaciones y valores asociados con las necesidades básicas para la existencia y reproducción de las personas. Se trata de un proceso material y moral relacionado con la reproducción social, que requiere de trabajo y amor.
Dicho informe sostiene además, que “forman parte de la economía del cuidado las actividades desarrolladas por y para los miembros del hogar. Muchas personas podrían proveerse por sus propios medios de los servicios del cuidado, pero los obtienen de otros por razones sociales, culturales y hasta económicas.
Algunas personas por el contrario, no pueden proveerse autónomamente de los servicios del cuidado por ser demasiado jóvenes, demasiado mayores, por estar enfermos o discapacitados”. De acuerdo a Alison “los mercados laborales no visibilizan que el trabajo del cuidado en el hogar realizado por mujeres, es lo que prepara diariamente a la fuerza de trabajo para su inserción en el mercado patriarcal-capitalista.
Esta invisibilización de los cuidados en la esfera doméstica, permite y acelera los procesos de enriquecimiento de los dueños de las empresas... y el empobrecimiento de las mujeres”. En ese sentido, como IMU y a través de las investigaciones que estamos haciendo dice la investigadora colombiana Gloria María Araque, “queremos posicionar una práctica de economía solidaria que reconozca que el trabajo del cuidado es necesario para que otras personas se sostengan”. Araque explica que cuando hablamos del cuidado, “no solo nos referimos a la alimentación, sino también al afecto que las madres dan a los hijos, lo cual es importante para el equilibrio emocional de las personas” y la ciudadanía en general.
Al generar una ciudadanía más plena de toda la población, enriquecemos al tejido social, tenemos menos gente saliendo del país y también, más jóvenes que no se meten en las maras agrega Alison, quien sonríe al decirle que esto parece una utopía, a la cual contesta “si parece una utopía, pero a la vez, es una construcción que se está realizando”.

Aportes teóricos
La economía solidaria del cuidado, cuenta con aportes teóricos de la economía solidaria (sin enfoque de género) y de la ética y economía de cuidados. En términos generales se puede mencionar que la economía solidaria del cuidado parte de una visión feminista.
En cambio, las concepciones de la economía solidaria son patriarcales y aunque buscan ser una alternativa al sistema dominante, no son una opción para toda la población, ya que continúan sosteniéndose sobre la base del capitalismo neoliberal: el patriarcado, que funciona bajo la lógica de la acumulación de capital como propósito máximo y único.
Alison quien hizo una investigación, la cual escribió en el libro “Politizando la pobreza: hacia una Economía Solidaria del Cuidado”, partiendo de las experiencias cotidianas del Bajo Lempa, explica en el libro que este concepto surge debido a “la agravación del empobrecimiento y la crisis social provocada por la globalización de la economía patriarcal capitalista neoliberal de las últimas décadas”.
Históricamente, las mujeres pobres se han organizado en los márgenes de la socioeconomía, movilizándose en acciones colectivas para buscar respuestas a sus problemas cotidianos y en ese sentido “para hacer frente a sus múltiples labores domésticas y agrícolas (del cuidado), así como a sus obligaciones rituales y religiosas, las mujeres no han tenido más remedio que organizarse” solidariamente, expone Alinson.
Para ambas investigadoras, así como está planteado lo económico en El Salvador, “se evidencia un divorcio entre lo social y lo económico, ya que lo económico está planteado para favorecer unos sectores y en la medida que estos sectores se favorecen más, hay un gran sector de la población salvadoreña que se ve más y más desfavorecidas”.

Cómo construir una Economía Solidaria del Cuidado?
Los análisis feministas de economía política, concuerdan en que la economía dominante “no está hecha en piedra y que otra forma de organizar la socioeconomía es posible”. Para construir una economía solidaria del cuidado, “es urgente sensibilizar a la población”, lo cual es dice Alison, porque implica una transformación de los valores individuales enseñados por el sistema económico actual.Alison dice que para construir este concepto, es necesario trabajar los valores en las distintas esferas del país. Hay que trabajar además, “porque exista un Estado solidario, que apoye con sus políticas y programas el cuidado de la vida con guarderías nacionales subsidiadas”, a través de las cuales el Estado estaría garantizando
el derecho a la reproducción social de las personas, el cual ya no recaería en el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar.

Ejemplos de un Estado Solidario
Algunos ejemplos de un Estado solidario son aquellos que incluyen políticas y programas con equidad de género, incluyendo vivienda pública (subsidiada). Un sistema nacional de salud (incluyendo salud sexual y reproductiva), sistema nacional educativo (no-sexista), sistema nacional de cuidados para adultos mayores, fondo para fomentar empresas solidarias, créditos con tasa de interés subsidiado y políticas de comercialización justa.
Un Estado solidario debe incluir además, una reforma agraria con perspectiva de género, políticas de seguridad alimentaria, una política nacional de empleo digno, un marco jurídico laboral justo y equitativo (monitorearlo y hacerlo cumplir), infraestructura productiva (terreno en comodato, puesto de mercado, etc.), así como, a través de centros de formación para mujeres (carpintera, plomera, electricista, etc. – trabajos no tradicionales para romper con la división genérica del trabajo).Otra forma es a través de la reevaluación de la visión patriarcal que tiene la economía, ya que si eso no cambia, no van a cambiar las prácticas y muchas veces, aunque éstas sean solidarias y estén ligadas al desarrollo local, no cuentan en la práctica con el concepto solidaridad.
Para que haya una construcción de la economía solidaria con equidad en el acceso a los recursos
y la distribución del trabajo, es necesario además, que haya una transformación de visiones, creencias y valores, los cuales tienen raíces culturales.
De acuerdo a Araque, el problema en sí, es cómo es que construimos las ideas y en cierta medida dice, las mimas mujeres contribuimos a que eso sea así, ya que muchas veces son las mismas mujeres las que no se atreven a involucrarse en trabajos que culturalmente han sido construidos para los hombres.“Ahí es donde surge la necesidad de trabajar con las mujeres para que revalúen su visión, ya que si las mujeres no entienden eso, difícilmente se van a comenzar a ver cambios en las prácticas no solo económicas, sino también políticas, sociales y culturales.